Annia Domènech (IAC) (Agosto 2000)
"Los Aborígenes consideraban el Sol como una mujer que se levanta diariamente en su campamento, en el este, enciende un fuego, y prepara una antorcha de corteza que llevará a través del cielo. Antes de partir, se decora con ocre rojo, que derrama, coloreando las nubes rojizas. Al llegar al oeste, se pinta otra vez, una vez más derramando rojos y amarillos en el cielo. Después, la Mujer-sol recorre un largo pasaje bajo tierra de vuelta a su campamento. Durante este viaje subterráneo, su antorcha calienta la Tierra, haciendo que crezcan las plantas".
Leyenda descrita por Roslynn Haynes, en Sky and Telescope, Setiembre 1997, pág.72-75. Imagen del Sol obtenida con el telescopio simbiótico, montado en paralelo con el VNT del Observatorio del Teide, a través de un filtro de CaII.
El Sol no ha dejado nunca indiferente al hombre. Aunque, en un principio, le negara el ser el centro del Universo en beneficio de la Tierra donde moraba, su existencia y su relación con la vida atrajeron su interés y las intentó explicar de diversas maneras, habitualmente confiriéndole el rango de deidad. La griega y la romana son dos culturas antiguas de gran influencia en el mundo occidental. Para los griegos, el Sol se personificó en Helios, un joven dios que cada mañana sale por el este en su carro tirado por caballos y cada noche parte por el oeste; para los romanos, el dios se llamó Sol; por otro lado, una figura idéntica a la griega. Pero éstas son sólo dos de tantas civilizaciones fascinadas por el astro rey y al que rindieron culto.
La Arqueoastronomía, que estudia el conocimiento astronómico de las culturas del pasado, argumenta que se basaban con frecuencia en el ciclo solar para ubicar sus centros de culto, como cementerios y templos. Mayoritariamente, los parámetros guía eran los solsticios de verano y de invierno, que son los dos puntos extremos que tienen tanto la salida como la puesta del Sol a lo largo del año; y el equinoccio, que se define como el momento en el que el Sol está sobre el Ecuador celeste, que también coincide con el punto medio temporal entre los solsticios de verano e invierno. Todo ello denota que estos pueblos observaban el Sol y se preguntaban sobre él.
El Sol es una estrella particular sólo porque es la que ha hecho posible la vida terrestre. Visto desde un lugar perdido en el espacio, deja de serlo. Sólo se le pueden atribuir un tamaño y luminosidad excepcionales desde una percepción humana.
Amanecer durante el equinoccio desde el yacimiento arqueologico del Roque Bentaiga en el centro de la isla de Gran Canaria.
"El Universo está poblado por innumerables soles, innumerables tierras y, quizás, innumerables formas de vida. Este pensamiento expresa la esencia de la revolución Copernicana. Ninguna revelación ha sacudido más la mente científica ". Robert Jastrow, 1989.
El Universo era inicialmente una bola de material muy caliente, compacta y densa, que fue expandiéndose dando lugar a las estructuras actuales. No se sabe si primero se formaron las estrellas, que se juntaron en galaxias, o grandes nubes, las protogalaxias, que luego condensaron en estrellas. Después, aparecieron estrellas de segunda generación como el Sol y se formaron los planetas, probablemente al mismo tiempo. Se sospecha que el Universo está en evolución, aunque la fase actual sea muy homogénea.
Para cualquier ente situado en cualquier punto de nuestra galaxia, la Vía Láctea, el Sol es una estrella más entre cien mil millones. Se formó a partir de una gran nube de gas y polvo, que condensó y empezó a girar, formando una esfera de una masa, una densidad y una temperatura fijas. Cuando los materiales combustibles empezaron a quemarse, se había formado una estrella, que no es más que una bola de gas a altas temperaturas.
El Sol contiene prácticamente el 100% de la masa del Sistema Solar. A su alrededor, giran con sus respectivos satélites nueve planetas, Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón, además de otros muchos objetos, como asteroides y cometas. Flotando por el espacio hay polvo y gas, radiación y campos magnéticos.
El Sol, de 696.000 km de radio y 2x1027 toneladas de masa, consta de diversas partes. La superficie del Sol, llamada fotosfera, está a una temperatura de 5.800 grados Kelvin; el núcleo, donde tienen lugar las reacciones de fusión nuclear, a 15,6 millones de grados. Encima de la fotosfera se encuentra una capa delgada llamada cromosfera. Sobre la cromosfera se extiende durante miles de kilómetros la corona, que es la atmósfera externa del Sol y que sólo es visible durante los eclipses totales.
"En el Universo, las cosas difíciles se hacen como si fueran fáciles". Lao Tzu
En el Sol tiene lugar una disminución de temperatura desde el núcleo a la superficie porque la energía producida es continuamente absorbida y reemitida, convirtiéndose mayoritariamente en luz visible. De hecho, acaba siendo transportada más por convección que por radiación, al contrario de lo que ocurre inicialmente.
La corona está a un millón de grados Kelvin, lo que en un inicio se consideró absurdo puesto que la temperatura superficial era mucho menor; esto implicaba que la corona no podía ser calentada por el flujo de calor procedente de la superficie. Actualmente, todavía no están claros los procesos que determinan su elevada temperatura.
La expansión continua de la corona hacia el espacio crea un viento de partículas cargadas, mayoritariamente electrones y protones, llamado viento solar, que se mueve de 300 a 600 km/s. Este viento es el responsable de las auroras y de la actividad magnética sobre la Tierra que, a veces, provoca interferencias con las ondas de radio, afecta a las colas de los cometas o repercute en las trayectorias de los cohetes.
Una de las particularidades más atractivas del Sol son las manchas solares, que son zonas más frías que el resto de la superficie solar. Debido a ello, se ven oscurecidas, aunque continúan estando a una temperatura muy elevada, de unos 4.000 grados Kelvin. Las manchas solares son debidas al campo magnético solar. Otra particularidad son las protuberancias solares, que consisten en el escape de un flujo de plasma hacia la atmósfera que después vuelve a caer en el Sol.
El Sol tiene poca masa en comparación con otras estrellas, por ejemplo las gigantes, lo que hace que su brillo no sea tan intenso aunque su vida será mucho más larga. Ya ha consumido unos 5.000 millones de años de los 10.000 que se prevé que exista. Probablemente, cuando llegue al final de su vida, producirá capas de gas y formará una nebulosa planetaria.
El Sol rota sobre sí mismo. Su materia está en forma de plasma, que tiene una gran conductividad eléctrica y que provoca que sea una estrella pulsante, en la que las capas externas rotan más rápidamente que las internas y la superficie del ecuador gira una vez cada 25 días mientras que la de los polos lo hace una vez cada 36.
Montaje de una mancha solar (© J. A. Bonet, A. Hanslmeier, M. Sobotka y M. Vázquez) sobre una imagen de la fotosfera solar (© Th. Pettauer y J. A. Bonet).

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